HondurasHonduras
Detalle
ISBN 978-99979-0-510-9

De esos animales salvajes llamados orquídeas

Autor:Randazzo Eisemann, Francesca
Editorial:Randazzo Eisemann, Elfriede Francesca
Materia:Poesía hondureña
Clasificación:Poesía moderna y contemporánea (desde 1900 en adelante)
Público objetivo:General
Publicado:2021-01-07
Número de edición:1
Número de páginas:0
Tamaño:2,4Mb
Precio:L.200
Soporte:Digital
Formato:Pdf (.pdf)
Idioma:Español

Reseña

De esos animales salvajes llamados orquídeas

Por Luissiana Naranjo Abarca

Trepadora excelsa, adherida a un tronco como si la vida fuese espera y flor, así es la poesía de la orquídea poeta. Mientras lo nimio tiene forma de palabras sutiles: lluvia, río, cielo, beso, ruta, cuerpo, caricia, trino, espejo, rama, luna, sal, frutales o adjetivos de frescura, silencio, ferocidad, desesperada, adormecida, ávidos, sonoro, insistente, conmovida, vaivén, sedante, estremecida, innombrable, tímida, todo suena a enigma de amor dulce, de contemplación abierta, de sumarse entre todas las sensaciones que despierta la flor y lo que le rodea, es decir, ella, en su estación amada y salvaje.
Son poemas para tentar, para decir que nuestra existencia tiene profundidad, traslaciones de deseos pobladores de aguas, de mar, de lluvia, tanto pluvial como el recorrido del espacio hacia donde fluyen.
Hay una ruta hacia la orquídea y ésta, imagina, fantasea, hacia ese pasadizo que es más que una montaña que se vence.
Yo encuentro en su autora un postulado racional estético que se fundamenta en poetizar el lenguaje, su propio ser, su revelación en la orquídea y su posición que arde ante la luz, y los escondrijos de otras flores, como dice la poeta “virutas de mi ser”.
Hay en lo íntimo, una ferocidad, un opuesto de “diástole y sístole de un mismo espejo”.
El erotismo es esa orquídea abierta y en todo el libro, nos expresa ser dueña de sí misma, con su luz y su deseo.
Nos visualiza a la vez, imágenes sensitivas, gotas que caen sobre la tierra y se nombra ante toda existencia, una relación mutua entre la diosa y el barro.
Es un texto que, siendo una pieza visual, está a colores, o a veces en blanco y negro como la luna que llama siempre, como la luz en la que se encuentra.
Pero también, hay recuerdos, una tristeza matemática como “ángulos agudos y llanos” y nos deja esa ecuación, esa pregunta, ese tiempo sin descifrar. Ese reloj anclado en otro espacio que extraña.
A veces la siento paradisiaca, entre el pecado de serpientes y hojas estremecidas porque juega con altísimas formas de sentimientos. Podemos ver la orquídea ya desde otro modo, con una existencia individual y humana, con transfiguración y una celeridad del presente y pasado. Hay allí, una aspiración por el amor que solo deja la ternura, y por el amor, que también, nos deja el dogma de la salvaje montaña.
Mi primera lectura fue llenando metáforas extasiadas, un refugio de cuerpos que se desean más allá del amanecer.
La estructura es libre, llena de movimientos que dan a una musicalidad constante en toda la lectura, es el placer de las dimensiones diminutas, así se sentirá el lector que lea y se descubra orquídea. Miro mi propio jardín, y en su lugar donde las guardo, siento ya, la sensación de mutarme flor salvaje y sedienta. Es el logro del poeta, hacernos viajar desde el fondo, imaginarse en el otro yo, que somos todos cuando deseamos desde el jardín prometido.
Ya otros poetas como Keats a Walter Pater, construyeron un paraíso forjado, para combatir la modernidad, su presente del pesar y pensarnos como futuro en flor. Una delicia leer su desgarradura, sus encuentros tan íntimos y expuestos, porque sí, todos somos un poco animales salvajes llamados orquídeas.

Contáctenos:

Ave. Miguel de Cervantes, antiguo local de la Tipografía Nacional / Tel. (504) 9527-0449