Sin miedo a la verdad
desde las tundras siberianas y las estepas de Kazakistán
Andrónico Espinal Oliva, en “el solaz ocaso de su vida”,
como escribió Emily Brontë, en “Cumbres Borrascosas”;
en el libro que prologamos, ha llegado al quinto o sexto fruto intelectual. Raro en un hombre cuya vida en razón de su profesión
–él es ingeniero agrónomo- ha transcurrido entre “brezales y lodazales”. Los soles tropicales le han tostado el rostro; el trato con
los campesinos, hizo de él un hombre noble. Noble a mi parecer.
Nuestro hombre es el hondureño –quizá el centroamericano- que
más sabe de palma africana. Sin embargo, ni siquiera ha escrito un manual sobre este importante cultivo. Pero algo le debe a
la palma aceitera. Han sido requeridos sus servicios en México,
bajo la recomendación del Dr. Clodomir Santos de Morais, brasileño de gratísima recordación; trabajó en el proyecto de Desarrollo Rural Integrado del Trópico Húmedo (PRODERITH)