Casa del aire
La casa del aire es, en verdad, nuestro cuerpo, que abriga al
soplo o pneuma maravilloso de la palabra, pues sin su aliento
pulmonar ––brisa que llama al amor, silbo de primavera, ciclón de
pasiones en la oratoria política y el canto revolucionario–– la voz no
existiría y sobre el orbe amenazaría descender con burda soledad el
silencio de los poetas.