Anecoica
Hay libros que se leen como quien entra a una habitación equivocada y decide quedarse. Anecoica es uno de ellos: breve, preciso; hecho de textos que buscan despertar lo que creíamos haber dejado en silencio.
No hay centro narrativo ni brújulas evidentes, sino una arquitectura emocional donde cada pieza se abre como una puerta. Lo que se encuentra dentro no siempre es cómodo —gestos suspendidos, dolores sin nombre, recuerdos que flotan como polvo en la luz de la tarde—, y, aun así, nada resulta solemne.
La lucidez del libro está en su forma de no imponerse. Simplemente muestra que hay cosas que siguen vivas aunque no las miremos. Anecoica se recorre, se escucha, se habita. Y cuando uno sale de esa casa, ya no es el mismo.